martes, 12 de agosto de 2014

UNA MISIÓN PELIGROSA


Ian era mi maestro, un científico que el gobierno central había designado como líder de la exploración del planeta descubierto. Yo me había ofrecido como voluntario para la expedición, apenas había terminado mi entrenamiento básico en ciencias, casi no tenía experiencia, fue él quien me recibió, prácticamente me adoptó. No había tiempo que perder, la misión era de vida o muerte, los pocos recursos energéticos del planeta se usaron para enviar las cuatro naves de la flota, ellas eran la última esperanza. Por eso Ian no puso resistencia, al contrario, me apoyó y guió siempre. Debíamos viajar a otro sistema, uno más joven, allí habían descubierto un mundo lleno de vida, un mundo que nos podía dar esperanza. Una expedición de reconocimiento viajó hace seis ciclos y envió la información necesaria, aquel pequeño planeta podía brindarnos el material que nuestro mundo necesitaba, un material que podría ayudarnos a restituir nuestra atmósfera. Un sacrificio que se debía realizar para la supervivencia de nuestras especies. Al llegar, Ian se encargaría de generar la energía necesaria para que las naves puedan regresar. Él era la clave.

La despedida fue muy dolorosa, pasaría mucho tiempo antes de poder ver a nuestros familiares, a nuestros amigos, pero la misión y su objetivo valía la pena. Al regresar, no veríamos rostros tristes, sino rostros llenos de esperanza. Los abracé a todos y luego fui a la plataforma principal, Ian me observaba en la puerta, su mirada me transmitía paz, él era un Kai de bien. Me apresuré, me sonrió y juntos entramos en la nave, detrás de nosotros muchos voluntarios, militares, científicos y trabajadores se unían a una aventura desconocida, prácticamente en el otro lado del grupo de estrellas.

La flota partió sin dificultad, los primeros en saltar al agujero del espacio-tiempo fueron los militares, antes de que los demás pudiésemos llegar debían inspeccionar la superficie para evitar contratiempos a la tripulación. Vimos como las tres naves militares se desvanecían frente a nuestros ojos, nosotros debíamos esperar una rotación planetaria para poder dar el salto, así ellos podrían preparar el terreno para nuestra llegada. Vi por uno de los paneles de observación, nuestro planeta era hermoso, pero lo habíamos convertido en un desierto. Las guerras, y el abuso de los recursos nos habían llevado al borde de la extinción. Fueron científicos como Ian quienes lograron evitar que los Kai desaparezcan, pero sin más recursos el fin se acercaba, nuestra atmósfera decaía, pronto, nuestro mundo, nuestro hermoso Ariz moriría.

Ian me despertó, debíamos prepararnos para el salto, estaba emocionado, en poco tiempo entraríamos al nuevo sistema y conoceríamos el nuevo planeta, aquel que salvaría al nuestro. La tripulación entró en sus cámaras de incubación. El capitán anunciaba el salto, entré a la mía y empecé a sentirme adormecido, de pronto la nave se agitaba, temblaba, una luz cegadora nos rodeaba, no podía moverme, no sentía mi cuerpo, nos habían explicado en teoría lo que sucedería pero aquello era una experiencia única, me sentí uno con el universo. Sin embargo, al poco tiempo la nave se detenía, las luces de alarma se encendieron, las puertas de las cámaras se abrieron, vi a Ian levantarse e ir de inmediato a la sala de mando. Algo había salido mal.

Nos ordenaron permanecer en las cámaras de incubación, nadie nos daba respuestas, decidí hablar con Ian, él sabría explicarme que estaba sucediendo. Fui a la sala de mando pero dos guardias me impidieron entrar, pude ver al Capitán y a mi mentor discutir, esperé hasta que salga, al verme se sorprendió, su rostro se mostraba muy triste, sus ojos no brillaban, la desesperación lo había poseído. Tomó mi brazo y de un jalón me llevó a su estación. Allí me explicó que el motor de gravitación había fallado sacando a la nave del agujero, eso sólo significaba que estábamos en medio de la nada, lejos de nuestro mundo y lejos de la misión. No sabía cuánto le tomaría repararlo, tampoco estaba seguro de poder hacerlo, por eso me pidió que entre a mi cámara de incubación. Lo miré y le dije que lo ayudaría, para eso estaba ahí.


El tiempo pasó y no encontrábamos manera de reparar el motor, entonces Ian se dio cuenta que una de las baterías principales había perdido potencia, por eso el motor no soportó el salto. Ahora la nave no tenía energía suficiente para poderlo iniciar nuevamente. Estábamos varados en el espacio, sin provisiones no teníamos mucho tiempo. Decidió hablar con el Capitán, le explicó lo sucedido, la misión había fracasado, Ariz y nosotros estábamos condenados a la extinción. Entonces Ian tuvo una idea, podría desviar energía de un porcentaje de las cámaras de incubación hacia el motor, podría funcionar, pero eso suponía una cosa, aquellos cuyas cámaras queden inhabilitadas no llegarían al destino. Para Ian y el capitán la decisión fue devastadora, deberían sacrificar las vidas de la tripulación para poder salvar nuestro planeta.

Continuará...


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