Inok subió a la plataforma
que lo llevaba al patio central, escuchaba a su gente gritar, la algarabía se
había vuelto más densa. Al llegar a la superficie, se dio cuenta de que casi
todos los miembros de su pueblo se habían embriagado, miró a su alrededor y
notó el desorden provocado por la bebida. Danzas, gritos, peleas e incluso
abuso hacia las mujeres. Nadie notó que había regresado. Gritó una y otra vez
para que lo escuchen pero no logró llamar su atención. Cansado de gritar, usó
su bastón y lo disparó hacia el cielo; sin embargo, ésta vez, un sonido estruendoso
aplacó a la multitud. Al darse cuenta de
que Inok estaba furioso todos se pusieron de rodillas. Él dio un respiro
profundo y habló a la multitud.
-¿Es así como se comportan
en un día tan especial? ¿Acaso no sienten vergüenza? Son tan miserables que esa
es la razón por la que ellos no se muestran ante ustedes. ¡No son dignos de su presencia!
Lo único que conseguirán será que se olviden de nosotros y no nos protejan. Hoy
se da inicio a una nueva era, y en nosotros está que sea para bien o para mal. Los
Guardianes han despertado para darles la bienvenida a sus hermanos. Debemos
respetar sus deseos, debemos honrarlos.
Una de aquellas criaturas
se puso de pie y se acercó a Inok, tenía su cabeza cubierta por pelo blanco, su
piel arrugada y su torpeza al moverse mostraban que los años habían carcomido
su cuerpo. Al verlo el sacerdote lo reconoció, años atrás había sido su mentor,
quien le mostró los secretos y conocimientos acerca de los Guardianes. Se paró
junto a su antiguo discípulo y levantó sus manos para exclamar.
-¡La profecía se ha cumplido!
El pueblo se puso de pie y
eufóricamente gritó, Inok al entender sus palabras se postró frente al anciano
y extendiendo sus brazos le entregó su bastón. El anciano lo tomó y apuntando a
la torre más alta hizo uso del arma, la luz alcanzó un cristal que adornaba la
torre, entonces ésta se dividió y cientos de destellos se repartieron en
diferentes direcciones, se sintió un temblor y en las cuatro esquinas del
patio, las mismas que apuntaban a las cuatro direcciones, emergieron obeliscos
colosales, sus paredes mostraban símbolos antiguos tallados con una perfección
envidiable. El anciano al ver que los monumentos estaban en posición descubrió
su pecho, tenía una plancha metálica con piedras de colores igual a la que Inok
poseía.
-Estamos listos. La
profecía empieza hoy. La paz volverá a nuestras tierras, Los Caídos pagarán por
sus atrocidades y los Guardianes serán vengados. Durante años hemos soportado
los abusos, los saqueos, los ataques de los Caídos. Pero ha sido suficiente,
hoy llegaron nuestros salvadores, tal como lo dijo nuestro padre Laam. En
tiempos antiguos lo dijo, en tiempos antiguos nos prometió que vendrían, ¡y ese
día es hoy! El tiempo de la maldad ha cesado, nuestro destino toca nuestras
puertas, Este día será recordado como el principio de un nuevo mundo.
Hoy el bien se hará sentir
sobre el mal. Por eso, ¡hoy hay que celebrar!
Inok miró al anciano, sus
palabras contradecían lo que él pensaba, quiso apaciguar a la multitud pero su antiguo
maestro los animó a seguir su festejo. Él los miró y comprendió que su gente se
lo merecía. Además, no había recibido ninguna orden de Laam. Pensó en qué
podrían estar hablando y se dio cuenta que les tomaría mucho tiempo ponerse al
día. Su preocupación se tornó alegría y junto a su pueblo celebró la llegada de
los nuevos Guardianes mientras el anciano los observaba con atención. El sol
empezaba a ocultarse y las sombras de los obeliscos se hacían cada vez más
largas, no era la época precisa del año pero estaban diseñadas para que las
sombras recorran senderos en el patio, dando un espectáculo impresionante, algo
que sólo verdaderos conocedores de astronomía podían llevar a cabo. Al llegar
la noche el anciano entró al edificio donde los sacerdotes se reunían, mandó llamar
a Inok quien no demoró en encontrarlo. El edificio estaba hecho de bloques
inmensos de piedra, tallados sobre ellas se encontraban historias de los Guardianes,
desde su llegada, hasta el tiempo de su batalla con los Caídos.
-Inok, acércate.- Dijo el
anciano. –Ya es hora, los obeliscos de la profecía están listos. Es momento
para decírselo a los Guardianes.
-Pero ellos me pidieron
que los deje solos.
-No tenemos tiempo que
perder. Si nosotros pudimos ver a los recién llegados, estoy seguro que los Caídos también lo hicieron. No tardarán en llegar. Debes ir y decirle a Laam
que debemos estar listos.
-Maestro, ¿en verdad cree
que podremos librarnos del mal por fin?
-La profecía se ha
cumplido, tal y como fue dicha hace miles de años. ¿La has olvidado Inok?
-Cuando el hombre empiece
a olvidar sus raíces, cuando empiece a olvidar de donde proviene, un lucero
llegará, en él vendrá el salvador, aquel lleno de luz y esperanza, y con él
vendrán los hacedores del bien, quienes los liberarán del mal antes de volver a
su hogar en las estrellas. No la he olvidado maestro.
-Entonces ve y cumple con
tu parte de la profecía.
Inok salió del edificio y
se dirigió a la nave para comunicar lo sucedido a Laam, mientras lo hacía miraba
al cielo, tratando de ubicar la estrella que según los antiguos, era el hogar
del que provenían los Guardianes. Pero antes de llegar a la entrada las piedras
en su pecho empezaron a iluminarse, al ver el orden en que se encendieron
corrió hacia la entrada para advertirle a los Guardianes.
CONTINUARÁ…







